El conde de Romanones, un magnate siempre a flote

Caciquismo

En la Restauración española medraron personajes como Romanones, que cimentó su poder sobre el caciquismo y su fortuna sobre su posición política

Romanones recibiendo al anarcosindicalista Ángel Pestaña en 1922.

Romanones recibiendo al anarcosindicalista Ángel Pestaña en 1922.

Dominio público

El genial caricaturista Luis Bagaría representaba, hacia 1922, a un Álvaro de Figueroa y Torres (1863-1950), conde de Romanones, equipado con atuendo de cazador señorial. Colgados del cinturón llevaba una serie de conejos. En esas piezas puede leerse “Senador”, “Presidencia del Senado”, “Ministro” y “Diputado”, en alusión a los numerosos cargos que había ostentado. Era una relación incompleta, porque en esa fecha ya había sido alcalde de Madrid, presidente del Congreso de los Diputados y, lo más importante, presidente del gobierno en tres ocasiones.

Había comenzado su carrera política inmediatamente después de cursar la carrera de Derecho y haberse doctorado en la Universidad de Bolonia, de mano de un ministro (y su futuro suegro) que le facilitó el acceso a un escaño. Se vinculó desde el primer momento a los liberales.

Quien sería conocido como Romanones, nombre del título condal concedido por la regente María Cristina en 1893, hará de Guadalajara, provincia en la que su familia tenía propiedades e importantes intereses económicos, su feudo político. Controlará todos los resortes del poder, según la práctica instaurada por Antonio Cánovas del Castillo y por Práxedes Mateo Sagasta, líderes respectivos de los conservadores y los liberales, desde que quedó articulado el bipartidismo sobre la base del turnismo.

María Cristina, regente de España durante la minoría de edad de Alfonso XIII.

María Cristina, regente de España durante la minoría de edad de Alfonso XIII.

Dominio público

Romanones mantuvo el escaño alcarreño de 1888 a 1923, en que el sistema feneció como consecuencia del golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera. Fue asentando su influencia en un ejercicio de caciquismo, práctica que dominó los procesos electorales durante la Restauración.

Comprando votos

El poder de Romanones en la Guadalajara que transitó del siglo XIX al XX fue total. No solo en la capital, que era la circunscripción por donde conseguía su escaño de diputado, sino también en el resto de la provincia. No escatimó el dinero para hacerse con el voto, llegando a mantener auténticos pulsos económicos con candidatos conservadores. 

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La compra de votos fue lo habitual cuando, a partir de 1891, las elecciones eran por sufragio universal. La sustitución del sistema de voto censitario por el universal supuso multiplicar por seis el número de electores, y eso significaba que la inversión del candidato había de ser mucho mayor. El propio Romanones dejará constancia de la compra de votos en sus memorias, publicadas en 1947 bajo el título Notas de una vida.

Pero si Álvaro de Figueroa es un referente del caciquismo, no lo es menos del prototipo del magnate. Heredó de su familia parte de sus bienes, pero sobre todo amasó su fortuna con su participación en negocios de altos vuelos, negocios en los que la política se daba la mano con los agentes económicos. En su tiempo, la expresión “ser un Romanones” fue sinónimo de cacique, pero también de persona de gran riqueza.

Tuvo importantes intereses económicos vinculados a algunas de las más poderosas compañías de capital extranjero presentes en nuestro país a finales del siglo XIX y principios del XX. Parte notable de sus inversiones estuvo ligada al capital francés que operaba en la cuenca carbonífera del norte de la provincia de Córdoba: la Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya.

Romanones, aquejado de cojera desde su juventud, era habitualmente caricaturizado en la prensa de la época.

Romanones, aquejado de cojera desde su juventud, era habitualmente caricaturizado en la prensa de la época.

Dominio público

Romanones fue uno de los grandes inversores en el protectorado español de Marruecos, una vez se conoció la existencia allí de yacimientos de hierro. Se convirtió, junto a la familia Güell, en uno de los principales accionistas de la Compañía Española de Minas del Rif. También invirtió cuantiosas sumas en el tendido ferroviario, en plena expansión en aquellos años.

Contra la neutralidad

Todos estos intereses económicos explican, en gran medida, la posición que mantuvo ante el conflicto que se desató en el verano de 1914 y que derivó en la Primera Guerra Mundial. Al iniciarse la contienda, el gobierno del conservador Eduardo Dato, que había sustituido pocos meses antes a Romanones en la presidencia, proclamó la neutralidad de España en la lucha. 

Esa neutralidad fue vivida por los españoles desde la división entre germanófilos y aliadófilos, con fuertes tensiones. Era, en gran medida, una necesidad impuesta por el atraso de España y por una falta de recursos que se traducía en una escasa capacidad militar. Sin embargo, fue rechazada de plano por Romanones, que se encontraba en Sigüenza cuando estalló la conflagración.

Siendo presidente del gobierno llegó a comprometerse con el primer ministro de Francia a participar en la guerra

No tardó en posicionarse públicamente con un artículo en El Diario Universal (una de las dos cabeceras que poseyó) titulado “Neutralidades que matan”, y que firmó con una X. Se mostraba partidario de intervenir al lado de Francia y Gran Bretaña, se preguntaba si los alemanes agradecerían, caso de resultar triunfadores, esa neutralidad y afirmaba que, si los vencedores eran los aliados, nada tendrían que agradecer a España.

Su autoría fue pronto conocida y causó un amplio malestar entre la mayor parte de la aristocracia y la clase política. En la primera por germanófila, y en la segunda por neutral. Malestar que llegó al propio monarca. Romanones fue llamado a palacio, donde Alfonso XIII le hizo patente su descontento. La opinión de quien había sido presidente del gobierno hacía menos de un año tenía una gran resonancia.

En realidad, el conde no hacía sino evidenciar su francofilia, paralela a sus intereses económicos. Siendo presidente del gobierno llegó incluso a comprometerse con el primer ministro de Francia, Raymond Poincaré, a participar en la guerra, caso de que estallase.

Retrato del conde de Romanones.

Retrato del conde de Romanones.

Dominio público

Cuando de nuevo asumió la presidencia, a finales de 1915, en pleno desarrollo de la contienda, no pudo imponer sus planteamientos intervencionistas, dado el rechazo que provocaban en buena parte de su propio partido. Ni siquiera lo logró cuando algunos mercantes españoles fueron hundidos por submarinos alemanes.

Fue su postura respecto al hundimiento –considerado por Romanones como casus belli–, unida al bloqueo parlamentario a que lo sometieron los catalanistas de la Lliga y los serios problemas con los militares que se habían organizado en las llamadas Juntas de Defensa, lo que provocó la caída de su segundo gobierno en abril de 1917.

Todo se tambalea

La situación en esas fechas era extraordinariamente complicada. Puso fin a un gobierno, pero la crisis era de una dimensión mucho mayor y afectaba a la vigencia del propio sistema político de la Restauración. El bipartidismo, herido de muerte tras la caída de Maura en 1909, obligó a la formación de gobiernos de coalición y, conforme arreciaban las dificultades, a los de concentración nacional. 

Las condiciones de vida de los trabajadores empeoraron tras la Gran Guerra, y generaron huelgas y disturbios

Muchos de estos últimos estuvieron presididos por Manuel García Prieto y Maura. Se trataba de gabinetes muy débiles, sometidos a fuertes tensiones internas y a una gran presión social. Se añadía a ello la impopular guerra que había generado la ocupación del Protectorado de Marruecos, que vivió un verdadero desastre en Annual en 1921. Romanones formó parte de algunos ejecutivos.

Presidió uno de esos gobiernos de concentración a finales de 1918, días después de que concluyera la Gran Guerra. Tuvo que hacer frente a algunas de las consecuencias derivadas de la neutralidad, que había convertido a España en proveedora de manufacturas y alimentos a los bandos contendientes.

Mientras las exportaciones crecían espectacularmente, escasearon en el mercado interno algunos productos y los precios se dispararon. Las condiciones de vida de los trabajadores empeoraron considerablemente, y generaron huelgas y disturbios.

Caricatura satírica de Romanones,

Caricatura satírica de Romanones, "fabricando diputados provinciales a su imagen y semejanza" a partir de la masa electoral correspondiente.

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Barcelona se convirtió en escenario de enfrentamientos, y el pistolerismo fue una triste realidad. Se cometieron numerosos asesinatos, tanto de patronos como de líderes obreros. Romanones trató de enfrentarse a la conflictividad social haciendo algunas concesiones a los trabajadores, como la jornada laboral de ocho horas, una vieja aspiración del movimiento obrero. No fue suficiente para frenar el descontento, y el gobierno cayó en abril de 1919.

Era presidente del Senado cuando, en septiembre de 1923, se producía el golpe de Estado de Primo de Rivera, que, con la anuencia de Alfonso XIII, abolió la Constitución y declaró ilegales los partidos políticos. Romanones, muy crítico con la dictadura primorriverista, conspiró para derribarla. Le fue impuesta una multa de 500.000 pesetas. Una verdadera fortuna en la época, pero poco más que calderilla para él.

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Álvaro de Figueroa y Torres fue un político con pocos escrúpulos cuando se trataba de defender sus intereses personales, aunque tenía un cierto sentido de la dignidad y el decoro. Lo puso de manifiesto tras la proclamación de la República en 1931: fue el único de los ministros de la monarquía alfonsina que acompañó al rey en su marcha a Cartagena, cuando abandonó Madrid.

Durante la República, se valió de su poder caciquil en Guadalajara para obtener acta de diputado en las elecciones que se celebraron hasta 1936. Se alineó con Franco durante la Guerra Civil y, concluida esta, fue procurador en las Cortes franquistas de 1943 por su condición de presidente de la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Dedicó los últimos años de su vida a redactar sus memorias.

El historiador Julio Gil Pecharromán señala que Romanones estaba especialmente dotado para la intriga, pero también para el pacto y la búsqueda de acuerdos con sus adversarios políticos. Esa cualidad le resultaría fundamental para sobrevivir a la crisis que acabó con la Restauración.

Este artículo se publicó en el número 619 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a [email protected].

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